Las misiones a Marte causarían daños permanentes en la salud de los astronautas

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El ex astronauta del Apolo 8 William Anders, que en 1968 tomó la icónica foto que muestra la Tierra elevándose sobre el horizonte de la Luna, falleció el 7 de junio a los 90 años. No murió por causas naturales o por enfermedad, sino en un accidente de avioneta. Anders es otro ejemplo de la salud de hierro de los veteranos astronautas, que sólo eran elegidos si tenían unas condiciones físicas excelentes y gozaban de un muy buen estado de salud. Todos estos hombres pasaron varios días en el espacio, algunos de ellos llegaron a la Luna, y sus misiones no tuvieron un impacto negativo en su salud, y la mayoría de ellos ha superado los 80 o los 90 años. Por ejemplo, Buzz Aldrin tiene 94 años y Jim Lovell, 96; John Glenn murió a los 95 años, Neil Armstrong falleció a los 82 y Michael Collins a los 90.

Su longevidad respaldaría una de las conclusiones del compendio de estudios sobre cómo el entorno espacial afecta al cuerpo humano que este martes se publicó en la revista Nature, el más completo realizado hasta ahora. Y es que las misiones de unos pocos días de duración no suelen causar problemas graves en las personas que tienen un buen estado de salud previo, aunque sí se producen diversas alteraciones, porque ejemplo, es frecuente que los astronautas tomen pastillas para dormir.

Los astronautas gemelos Mark y Scott Kelly
Los astronautas gemelos Mark y Scott KellyNASA

Además, desde los años 70 se sabe que la falta de gravedad y la exposición a la radiación que hay en el espacio puede causar problemas como la pérdida de masa ósea, el debilitamiento del corazón y de la vista, y la formación de cálculos renales. Por ello, para paliar la pérdida de masa ósea y muscular, todos los astronautas hacen un par de horas de ejercicio físico mientras está en el espacio.

Uno de los estudios más valiosos lo protagonizaron los astronautas gemelos idénticos de la NASA, Scott y Mark Kelly. El primero pasó un año en la Estación Espacial Internacional (ISS), mientras su hermano se quedaba en Tierra. La comparación de su estado de salud reveló que el ADN de Scott no cambió en lo esencial tras pasar 340 días en gravedad cero, pero sí sufrió alteraciones en la expresión de sus genes, la longitud de sus telómeros, la composición de su microbioma o las dimensiones de algunos de sus vasos sanguíneos, entre otras, como señaló la investigación publicada en la revista Science.

Dos tripulantes de la misión Inspiration4, a bordo de la Crew Dragon
Dos tripulantes de la misión Inspiration4, a bordo de la Crew DragonInspiration4

Pero otro asunto distinto son los vuelos de larga duración, como confirman algunos de los estudios publicados. Se cree que muchos de los problemas en la salud surgen de la exposición a la radiación espacial, de la que nos protege el campo magnético de la Tierra.

La mayoría de los vuelos espaciales tripulados se realizan en órbita terrestre baja (LEO) y reciben protección parcial del campo magnético de la Tierra. Sólo las 24 personas que han viajado a la Luna han estado expuestas a la la radiación cósmica galáctica (GCR) del espacio profundo, y lo estuvieron sólo durante un corto tiempo (entre seis y 12 días). Y aunque ha habido algunos estudios, como una investigación que en 2016 concluyó que dos semanas en el espacio eran suficientes para dañar el hígado de ratones, no se habían estudiado en detalle qué cambios podrían estar ocurriendo en los riñones y otros órganos como resultado de las condiciones que se experimentarían durante los viajes espaciales fuera de la protección del campo magnético de la Tierra durante períodos más largos, como un futuro viaje a Marte que en total duraría al menos tres años.

Uno de los estudios publicados, realizado desde la University College London (UC), ha abordado este asunto y su principal conclusión es que la estructura y la función de los riñones se altera con los vuelos espaciales. La radiación a la que se expone el cuerpo causaría daños permanentes que pondrían en peligro cualquier misión a Marte, según sostiene este trabajo difundido en Nature Communications, el análisis de mayor envergadura sobre salud renal en vuelos espaciales hasta la fecha. Los científicos estudiaron tanto los efectos en personas como en ratones. En el caso de los roedores, tras ser expuestos a una condiciones de radiación equivalentes a pasar 2,5 años en el espacio sufrieron daños permanentes y pérdida de la función renal.

«Sabemos lo que les ha ocurrido a los astronautas en misiones relativamente cortas, como un incremento de problemas de salud como los cálculos renales. Lo que no sabemos es por qué ocurren ni qué les sucederá en vuelos más largos, como la misión propuesta a Marte», admite Keith Siew, autor principal del estudio. «Si no desarrollamos nuevas formas de proteger los riñones, un astronauta podría llegar a Marte, podría necesitar diálisis en el viaje de regreso. Sabemos que los riñones tardan en mostrar signos de daño por radiación; cuando esto se haga evidente, probablemente sea demasiado tarde para evitar el fracaso renal, lo que sería catastrófico para las posibilidades de éxito de la misión», señala en un comunicado.

Stephen B. Walsh, coautor de la investigación, considera que cualquier medicamento desarrollado para los astronautas podría tener beneficios en la Tierra, por ejemplo, permitiendo que los riñones de los pacientes con cáncer toleren mejor las altas dosis de radioterapia.

Asimismo, otro equipo documenta cómo los astronautas que viajan a la baja órbita terrestre y a la ISS sufren problemas del sistema inmunológico, especialmente infecciones, reactivación de virus latentes y sensibilidad en la piel. Estas reacciones ocurren incluso en vuelos espaciales de corta duración.

En concreto, científicos han visto que ciertos tipos de células responden a los vuelos espaciales de manera diferente, detectando cambios en el sistema inmunólogico y la coagulación sanguínea. Así, en los astronautas que pasaron mucho tiempo en el espacio vieron niveles elevados de citocinas (un tipo de proteína que elaboran ciertas células inmunitarias y no inmunitarias, y que tienen un efecto en el sistema inmunitario), elongación de los telómeros (secuencias especiales del ADN que se encuentran en los extremos de los cromosomas y que impiden que éste se rompa o dañe), cambios en la expresión genética para la activación inmune, y estrés oxidativo. Aunque más del 95% de los marcadores que sufrieron cambios regresaron a su valor inicial después de volver a la Tierra, algunas proteínas, genes y citocinas siguieron alteradas durante al menos los tres meses posteriores, según recoge uno de los estudios.

Fuente: elmundo.es

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