La basura que pone en peligro la exploración espacial
PorEn 2014, la Estación Espacial Internacional (EEI) tuvo que moverse tres veces para evitar una colisión letal con trozos de basura espacial. Los desechos también representan un peligro para los costosos satélites que se mantienen en órbita. ¿Pero, cuán grande es este problema y qué podemos hacer para resolverlo?…
Hace 45 años, una monja de Zambia cuestionó al director asociado del Centro Marshall de vuelos espaciales de la NASA, Ernst Stuhlinger, por haber sugerido gastar millones de dólares en vuelos espaciales cuando había tantos niños muriendo de hambre en la Tierra. Hoy, la respuesta de Stuhlinger sigue siendo una justificación útil para los costos asociados a la investigación espacial. «Ciertamente, no es casualidad que estemos empezado a ver la enorme tarea que tenemos por delante en momentos en que la era incipiente de la exploración espacial nos está dando las primeras buenas imágenes de nuestro planeta», dijo. «Afortunadamente, además, la era espacial no sólo nos brinda un espejo en el que podemos mirarnos a nosotros mismos, sino también nos proporciona la tecnología, los desafíos, la motivación e incluso el optimismo para afrontar estas tareas con confianza».
En los años que siguieron, la infraestructura espacial contribuyó en los esfuerzos para lidiar con problemas de salud, el hambre, la pobreza, la educación, el manejo del riesgo en situaciones de desastre, la seguridad energética y el cambio climático.
Desventajas
Lamentablemente, el ambiente espacial ha sufrido el impacto de nuestra creciente dependencia en los satélites y la percepción generalizada de que «el espacio es grande». Desde el comienzo de la era espacial, se han hecho más de 5.000 lanzamientos para enviar satélites que han dejado como resultado un espacio cada vez más congestionado. En la actualidad, la Red de Supervisión Espacial de Estados Unidos monitorea decenas de miles de objetos más grandes que una pelota de tenis.
Se estima que hay más de 100 millones de objetos de un tamaño superior a 1 milímetro. Debido a su enorme velocidad orbital (más de 28.000 kilómetros por hora), cada uno de estos objetos puede llegar a dañar o destruir a un satélite.
Problemas/soluciones
Quizás los síntomas más visibles del problema sean las maniobras regulares para evitar colisiones de la EEI y la creciente frecuencia con la que sus ocupantes deben refugiarse en zonas seguras cada vez que se detecta un trozo de basura y ya es muy tarde para iniciar una maniobra. Gracias a la película «Gravedad», ahora podemos apreciar la ansiedad que deben sentir los astronautas y cosmonautas a bordo de la estación cada vez que les advierten del peligro de un trozo de basura, y eso que la EEI orbita a una altitud donde la cantidad de basura es relativamente baja.
A una mayor altitud, la cantidad es mucho mayor, aunque allí solo hay naves robóticas. No obstante, estos satélites son algunos de los más valiosos para entender nuestro planeta. Debido a la congestión, es más fácil que la basura se reproduzca. Es decir, que se cree más basura por las colisiones de la que se pierde por la descomposición natural causada por la fricción atmosférica.
La preocupación ha motivado a científicos a buscar formas de eliminarla. La tarea no es sencilla: requiere nuevas tecnologías, potencialmente nuevas leyes y -crucialmente- inversión financiera. La Agencia Espacial Europea (ESA) lidera los esfuerzos con la misión «e.Deorbit», que intenta retirar del espacio a un gran satélite europeo. La misión es ambiciosa y no está exenta de riesgos (incluye el uso de un arpón), pero si resulta exitosa demostrará que hay una solución técnica, aunque aún no se hayan resuelto problemas políticos, legales y económicos.
Espacio de todos
Pero algo está cambiando: lo que antes era dominio de gobiernos y agencias espaciales ahora también es parte de una industria emergente que está revolucionando el uso del espacio. Compañías pequeñas y star-ups están demostrando cómo presupuestos pequeños no significan necesariamente ambiciones pequeñas. Por ejemplo, Planet Labs, en San Francisco, está usando los «cubesats» (unos satélites en miniatura) para redefinir el mercado de las imágenes de la Tierra.
Sus satélites Dove son más chicos que un maletín, pero tienen la capacidad de tomar imágenes de la Tierra de alta resolución para una multitud de propósitos. Aunque muchos en las agencias espaciales temen las consecuencias a largo plazo de la rápida comercialización del espacio. Sobre todo por el incremento abrupto de satélites que orbitan nuestro planeta y que pueden aumentar sustancialmente la necesidad de maniobras para evitar colisiones y aumentar la cantidad de basura espacial generada a partir de la misma basura.
Grupos más amplios
En 2014, Brian Weeden, asesor técnico de la Fundación por un Mundo Seguro, describió a la basura espacial como un «problema superretorcido». Estos problemas, dijo, son particularmente difíciles de resolver porque se acaba el tiempo, no hay una autoridad central que brinde apoyo, quienes tratan de resolverlo son los mismos que lo causan, y las generaciones futuras son las que deben hallar las soluciones.
El primer paso crítico para resolver esta clase de problemas es expandir el grupo de gente que apoya medidas para reducir el riesgo. No obstante, hay mucho trabajo por hacer para entender el problema cabalmente, desarrollar tecnologías, eliminar barreras legales y políticas y aumentar la conciencia sobre este problema. La era espacial ha permitido encontrar soluciones globales a algunos de los problemas de la sociedad más difíciles de resolver, como decía Stuhlinger. Y también ha servido como un espejo, para mostrarnos que ignorar el ambiente espacial afectará nuestra capacidad de encontrar estas soluciones, con consecuencias potenciales para millones de personas.
Fuente: BBC Mundo