Los agujeros negros también pueden crear, no solo destruir
Por¿Podría nuestro planeta depender, de alguna forma, de la actividad del agujero negro central de la Vía Láctea? La respuesta, ofrecida por un equipo de astrónomos de la Universidad de Texas, es que sí. O, por lo menos, eso es lo que sucede a 26 millones de años luz de la Tierra, donde las poderosas explosiones producidas por un agujero negro supermasivo están alterando no solo su entorno inmediato, sino que influyen poderosamente en el «clima» de toda la galaxia que lo contiene. Los científicos presentaron su hallazgo en el 227 encuentro de la Sociedad Astronómica Americana en Kissimmee, Florida, y su trabajo se publicará en breve en «The Astrophysical Journal».
Eric Sclegel, de la Universidad de Texas en San Antonio, utilizó el telescopio espacial de rayos X Chandra de la NASA para localizar un enorme estallido de energía procedente de un agujero negro en el sistema de galaxias Messier 51, entre cuyos miembros se encuentra una gran galaxia espiral, NGC 5194, en plena colisión con una pequeña compañera, NGC5195. «Del mismo modo en que las tormentas más poderosas en la Tierra afectan a su entorno -afirma Schlegel- también lo hacen las que se producen en el espacio. Este agujero negro está lanzando un gran volumen de gas y partículas calientes a su alrededor, y eso debe tener un papel importante en la evolución de la galaxia».
A 26 millones de años luz de nosotros, se trata del agujero negro supermasivo más cercano a la Tierra en el que se producen esta clase de violentas llamaradas. En concreto, Sclegel y sus colegas detectaron dos fuertes emisiones de rayos X en forma de arco y muy cerca del centro de NGC 5195, justo donde se encuentra el gran agujero negro.
Efecto en el paisaje galáctico
«Creemos que estos arcos son arterfactos producidos por las dos enormes ráfagas que tuvieron lugar cuando el agujero negro expulsó material hacia el exterior de la galaxia -afirma la coautora de la investigación Christine Jones, astrofísica del Centro Harvard Smithsonian-. Y pensamos que esta actividad está teniendo un gran efecto en el paisaje galáctico«.
Apenas un poco más allá del arco más exterior, los investigadores detectaron también una delgada región de emisiones de hidrógeno, lo que sugiere que los rayos X están emitiendo gas y que éste está desplazando el hidrógeno del centro de la galaxia. Por otra parte, las propiedades del gas alrededor de los arcos sugieren que el arco exterior ha «barrido» una gran cantidad de material a partir del que se habrían podido formar nuevas estrellas. Este tipo de fenómeno, donde un agujero negro afecta a su galaxia anfitriona, se llama «retroalimentación». «Creemos que esta retroalimentación evita que las galaxias se vuelvan demasiado grandes -afirma por su parte Marie Machacek, otro de los autores del trabajo-. Pero al mismo tiempo, también puede ser responsable del modo en que algunas estrellas nacen, mostrando que un agujero negro taambién puede ser creativo, y no solo destructivo».
Los astrónomos piensan que las llamaradas del agujero negro pueden haber surgido a causa de la interacción entre NGC 5295 y su gran compañera, NGC 5194, haciendo que el gas se canalice hacia el agujero negro. Estiman que han sido necesarios entre uno y tres millones de años para que el arco interno alcance su posición actual, y entre tres y seis millones de años para que el arco más exterior esté donde está ahora.
«El comportamiento de este agujero negro puede ser un ejemplo local de sucesos que tuvieron lugar de forma muy común cuando el Universo era mucho más joven. Lo cual convierte esta observación en muy importante», afirma Schlegel.
Aquí, en el centro de la Vía Láctea, nuestro hogar en el espacio, duerme también un gran agujero negro supermasivo, llamado Sagitario A y que tiene una masa equivalente a la de cuatro millones de soles. Por suerte para nosotros, el gigante está «dormido» y no muestra una excesiva actividad. Pero su larga «siesta» podría terminar en cualquier momento y su actividad afectaría entonces a toda la galaxia. Y por supuesto, a nosotros.
Fuente: ABC.es